10 de abril de 2013

Un pequeño gran detalle

Dicen por ahí que si el hijo es feliz, la mamá es feliz... (con sus excepciones por supuesto). En éste caso creo que sí...
Bueno, las celebraciones de cumpleaños de los compañeros de Daniel en el salón de clases, es algo que me pone bastante inquieta, pueden significar una auténtica pesadilla porque ya sé que ese día Daniel va a llegar con los ojos inflamados, tosiendo o posiblemente más tarde le dé diarrea. Pero es algo a lo que los otros niños tienen derecho y también mi hijo tiene derecho a convivir con sus compañeros. 
El ha logrado comprender que el gluten le hace daño y que muchas otras cosas por los colorantes, saborizantes y aditivos también, así que se porta prudente y sólo come lo que yo le envío para su desayuno. (eso si no le da por compartir con sus compañeros los pastelitos sin gluten que yo le ponga y él se queda sin desayuno.) 
En realidad es un hecho cotidiano que va a estar contaminado, me guste o no. En la escuela es costumbre que vendan productos enharinados todo el tiempo, cada día de la semana siempre hay que las quesadillas de tortillas de harina, que la pizza, que el hotdog, que los sandwich, que el pambazo (estos son los más peligrosos). La escuela es pequeñita y tiene dos personas muy eficientes para limpiar todo el tiradero que los chicos hacen durante el receso... pero seamos honestos... por más que quieran nunca lograran quitar todos los restos de toda esa comida glutenera que ha quedado por todos los sitios del patio, baños, manijas, pupitres, etc. 
A decir verdad esa constante y repetida exposición me choca. Muchas veces cuando la contaminación ha sido tan fuerte es bien evidente en Daniel, su cuerpo enseguida refleja dolor.. se le ve en sus ojos, en sus brazos, en su estado anímico y emocional. Y ¿a quién le gusta ver sufrir a su hijo?
En esta lucha de cuidar a los niños del "maldito gluten" estamos solas, toda aquella mamá que tenga un niño con una intolerancia, alergia o sensibiliad sabrá de que hablo... porque a nadie más le preocupa si tu hijo puede o no consumir lo que hay, igual lo llevan, igual no están pendientes de que se lleva cada niño a  la boca... como no seas tu misma y algunos miembros de tu familia, seguramente nadie más lo hará. Ni siquiera sus maestros, que los ven y los tienen 6 horas al día. Pues podrán tener todas las buenas intenciones, pero solo duran unos días, después como es lógico al no ser sus hijos, lo olvidan o dejan de prestar atención. 
Por lo que creo que es bueno educarlos para que nuestros mismos hijos eviten lo más posible los focos de contaminación, así como lo hemos hecho con Daniel.
Pero... quien puede contra 50 personas más comiendo al mismo tiempo su lunch que tú, que no permanecen sentados en un solo sitio porque pasean los platos y las bolsas de alimentos por todos sitios, los ponen en el piso, en el columpio, en la mesa, etc... me imagino la cantidad de harina y partículas gluteneras volando libremente por ahí... y me siento mal, sólo de imaginar.
Los compañeros de Daniel saben que tiene varias restricciones alimentarias, ahora al parecer ya lo han aceptado y entendido, pero sí, en algún momento ha servido como fuente de burlas y obligarlo a veces (al principio) a que consumiera lo que fuera, (total! si antes lo hacias!). Y como ya dije, las buenas intenciones de cuidado... aunque reales y se agradecen, pues nada más no son suficientes. 
Hay pocas personas en la vida que uno se topará con una real intención de aprender de que se trata, por qué ha sucedido así y si pueden hacer algo por ayudar. Lamentablemente son escasos y hasta creo que en peligro de extinción. 
Bueno, entre tanta queja, Daniel tiene una compañerita que en su familia le han dado una buena educación y es simpática y empática, ella y su hermano mayor se han interesado realmente en saber de que va el síndrome de Williams y las restricciones alimentarias de Daniel, su mamá me ha preguntado como hacer un pastel para celebrar a la compañerita en su cumpleaños, pero que sea sin gluten y lo que pueda hacerle daño a Daniel para que el también pueda convivir igual, que los demás niños, vamos! que sea por ese momento... sólo uno más en espera de su pedazo de pastel.
He de confesar que cuando me lo preguntaron, creí que era una broma... pero ella insistió y me dio las razones que antes expliqué. Sentí alegría, sorpresa y admiración de que se tomara esa molestia, y por supuesto... que le dí la receta pero con suma rapidez. (no fuera a ser que se arrepintiera, jajajaja).
La cuestión es que dicha mamá si que cumplió su promesa y Daniel salió de la escuela todo emocionado contandome que "cómo es posible!! de verdad era sin gluten!! y estaba bien bueno... como los que tú haces mamá!!" (se nota que es mi hijo... me echa porras). Y aunque puede parecer y seguramente a quienes lean esto sin tener relación con el mundo de las restricciones alimentarias, les va a parecer una total exageración la reacción de Dani, y por supuesto la mía (que se me dibujó la sonrisa bien amplia cuando vi lo contento que estaba). 
Entonces, toda esa explicación que les puse antes es finalmente para agradecer públicamente a esa linda mamá que se tomó unos minutos de su complicado día, para detenerse y tener empatía por nosotros y dedicarse a preparar algo rico y apto para que mi hijo pudiera consumir al parejo que la festejada y sus demás compañeritos. Le devolvió la alegría de compartir sin acordarse o lamentarse de lo bueno que se ve el pastel y no poder comer de ese en específico. Fue como un volver a los viejos tiempos, cuando comía sin preocupación cualquier tipo de pan y dulces.

Cuando ni nos preocupaba la clase de comida, mientras comiera.


Con esto ha quedado explicado claramente y sin palabras, solo con hechos, el porqué de la hermosa personalidad de esta compañerita y su hermano. De tal madre... tales hijos.

Es un pequeño gran detalle, que nunca, nunca olvidaremos.

Gracias Lily!

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